sábado, 29 de mayo de 2010

Miguel Varea


La realidad es lo más irónico que existe

¿Que cómo me inicié en el arte?... Antes siempre podía responder eso, ahora ya no estoy seguro. El inicio fue por el mundo relativo de las sensaciones, el del dibujo. Me sentí atraído por el arte desde la Escuela y luego en el Colegio San Gabriel, donde cursé la secundaria, ahí tuve clases de dibujo natural y canto. A mí me encantaban esas materias pero para ellos solo eran “materias de relleno y de relajación”. En realidad no los culpo, pues como en la mayoría de colegios solo se valoraba el lado racional.

En ese tiempo, el dibujo no existía, no le daban ninguna importancia pero yo empecé a “hacer rayitas”, a dibujar y todo eso como la expresión de mis sentimientos y emociones, no por representar a la llamada realidad. Me aficioné por la tauromaquia y me dediqué a la acuarela; luego me expresé con la tinta china, el óleo y sobretodo me enfoqué en el dibujo.

En el colegio no era muy lector, pero cuando salí del colegio empezó a llegar esto de la literatura Latinoamericana, antes de eso leíamos los libros de moda como “Demian”, “El lobo estepario”, de German Hesse o la clásica “Metamorfosis” de Kafka. Y así me adentré en la lectura impulsado por mi padre, que me decía que debía leer también a los clásicos.

Hubo libros que influenciaron en mi ser y en mi obra. Me gustaba mucho el escritor argentino Leopoldo Marechal y su novela “El banquete de Severo Arcángelo”, tengo una obra relativa a esa lectura porque me parece que va con los tiempos actuales. También leí mucho a Ambroce Bierce en “El club de los parricidas”.

Me decidí entrar a la Facultad de Arte de la Universidad Central pero era un desastre, más que un desastre un cuento, prácticamente no existía. En la oficina de documentación universitaria nos daban los folletos con información y todo, pero la tal Facultad no tenía ni local. Luego la Universidad nos dio unos galpones que creo que eran de la Asociación de Trabajadores para estudiar. No había nada de materiales, solo teníamos arcilla y unos caballetes para arrimar las tablas donde dibujábamos.

La Facultad empezó con un buen cuadro de profesores, con el Oswaldo Viteri, Mario Solís, Jaime Andrade, Filoteo Samaniego y Leonardo Tejada, pero duró muy poco porque ahí todo era la pugna entre chinos y cabezones para ver “quien manejaba la vaina” y les botaron a toditos. El Velasco Ibarra cerró la Facultad.

Un tiempo estuve hecho el escritor. Escribí un libro que se llama “La estética del disimulo”, es un libro de textos y dibujos. Palabras de mi propia cosecha y también de citas que me llegaban de autores fundamentalmente de estética. Ese libro me publicó la General Motors en el 2003.

La “k”, dicen que en la página 70 de “Rayuela” todo está escrito con k y que yo saqué de ahí, pero no. Yo doy fe de que la influencia de esta letra viene del castellano antiguo, de ahí creo que yo les “piratié”. No me jacto de haber inventado nada, pero me dediqué a usar esta letra como una constante para obviar en algo esta imposición del idioma castellano, para tratar de alterar un poco la forma de escribir que nos enseñan.

Mucho se ha hablado del arte como “la voz de los que no tienen voz” pero pretender que el arte logre tener la voz de la gente es ilusorio, porque el arte es consumido y masticado por selectos círculos sociales que lo aprecian y valoran. Creo que en el país, la difusión y la comunicación de los lenguajes artísticos no han llegado a repercutir en las calles.

Para mí, la definición del arte, más bien se ilustra con la polémica entre el pintor francés Dubuffet y el dramaturgo polaco Gombrowicz. El primero que defiende al arte bruto, dice que el arte es como el pan, como necesidad prioritaria para el ser humano. Mientras que Gombrowicz le dice estar totalmente equivocado pues “el arte no es el pan, es el cigarrillo”. Para que entre el gusto por el arte, primero se tiene que adquirir el vicio del consumo, entonces sí, el arte es el cigarrillo.

En mi obra trabajo sobre la incomunicación. El tema de la incomunicabilidad de los seres humanos. La otra vez, leí un artículo en el internet que decía que la gente que no se ha podido comunicar en la realidad ha creado esta “vaina” del internet para “comunicarse virtualmente”. O sea, que la comunicación virtual es para la gente que no ha podido comunicarse, entonces en el siglo de la “comunicación” prima una total incomunicación.

El problema fundamental de la sociedad son las ideologías, son solo un ropaje falso de querer ver la realidad de una u otra forma. En mi serie “crítico de derecha y crítico de izquierda”, hay dos seres, uno a la izquierda y otro a la derecha, a uno le hago de rojo y al otro de azul pero son igualitos.

El creer que porque uno piensa de una manera está en la verdad y el otro en el error, no tiene sentido, por eso la sociedad va de tumbo en tumbo, será porque como dicen “la fase política de la personalidad solo empieza a ser clara en el quinto decenio de la vida”, antes uno va ahí dándose bandazos en la existencia. “¡La realidad es lo más irónico que existe!”.

Fotografía: El telégrafo

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