lunes, 24 de mayo de 2010

Sixto Durán Ballén, coleccionista de música clásica

Se ha dicho que la juventud no está en el cuerpo sino en el alma. Sixto Durán Ballén es un vivo testimonio de aquello. Es como si el cuerpo, traicionara su mente; pues convergen bajo una misma forma, una mente lúcida y brillante sobre una materia desgastada por los años.

Ha cumplido los 88 años, edad considerable, cargada de experiencia. Es un personaje con gran carisma que generosamente narra la historia de su colección de música, de una manera tan impecable y ordenada que el entrevistador, más bien guarda silencio y disfruta del relato, pues es prácticamente cronológico.

Desarrollamos una amena conversación, pues el tema le apasiona. Acogedoramente nos recibe en su comedor, acompañado de su hija mayor, Alicia, y de su nieto, quien nos observa atentamente mientras se fuma un puro.

El diálogo se inicia con un “¿a propósito, usted no desea un puro?, porque yo ya me fume el mío…”

Arquitecto, usted ha sido reconocido como uno de los amantes de la música en el país; la melomanía es…

Es el gusto por la música que he tenido desde muy joven. En casa, sobre todo la familia del lado paterno, que vivía en Europa y Estados Unidos, era muy consciente de la música. De manera que es algo con lo cual desde muchacho estuve en contacto. Sin embargo, yo diría que mi real gusto por la música nació en el período universitario en los Estados Unidos.

¿Cómo fue ese primer acercamiento?

Fue bastante peculiar. Yo estudié arquitectura en la Columbian University de Nueva York y ahí tenían la costumbre de escoger algunos estudiantes como especie de padrinos o guías para los nuevos alumnos o de cursos inferiores. Fue así como me convertí en el consejero, llamémoslo así por falta de un término, de Alejandro Martínez y Martínez. Un dominicano aficionado a la música y además excelente pianista. Él estudiaba ingeniería civil, por lo cual compartíamos una serie de materias en la universidad.

A mi compañero, le encantaba sintonizar la radio WQXR de Nueva York que transmitía música clásica las 24 horas del día y fue poco a poco, gracias a esta situación, que me fue gustando. En la librería de la universidad teníamos la posibilidad de no solo comprar libros, sino también discos. Comencé a adquirir algunos progresivamente, según me permitían las circunstancias, de los de 78 revoluciones rompibles de acetato. Un año más tarde salieron los otros, los long play de 33 revoluciones irrompibles.

¿Dónde comenzó a adquirir sus primeros discos?

En Estados Unidos, en los almacenes donde había descuento para los estudiantes. En ese tiempo los discos de 12 pulgadas costaban alrededor de un dólar, pero los estudiantes los podíamos adquirir por 75 centavos, con el descuento, y los discos de 10 pulgadas los comprábamos en 60 centavos. Entonces, poco a poco fui adquiriendo mi colección. En aquellos años, debido a la capacidad de los discos en cuanto a la duración, los discos individuales eran solo de obras cortas y una sinfonía o un concierto por ejemplo, tomaban 3 o 4 discos; por tanto, adquirir un álbum ya era una inversión de 4 dólares más o menos.

Y su primera colección…

Ya graduado y recién casado con Finita, nos fuimos a trabajar en Venezuela. Me llevé mi colección de música clásica que ya tenía alrededor de 300 álbumes, que significaban cerca de 1 000 discos, junto con mi tocadiscos doble de la marca suiza Payal. Este último, fue una invención muy importante porque permitía escuchar las obras completas como en una sala de concierto y ya no interrumpidas como antes al finalizarse el disco.

Cerca de regresar al Ecuador, amigos venezolanos me convencieron de que les vendiera mi colección; así fue, y junto con ella vendí mi tocadiscos a un colega, a un ingeniero suizo. Vendí mi colección casi íntegra, a excepción de uno pocos discos que retuve por razones sentimentales.

La música lo comenzó a llamar nuevamente y adquirió la última tecnología de aquellos años, los long play de 33 revoluciones, ¿no es así?

Definitivamente, tuve mucha suerte porque cuando fui a Estados Unidos por unos meses, antes de volver al Ecuador, había salido el famoso long play de 33 revoluciones. Estos discos ya eran irrompibles, eran de materia plástica también pero eran muy consistentes, no como los anteriores que eran frágiles. Entonces yo comencé a adquirir los long play high fidelity. Mi colección básicamente se compone de este tipo de discos.

¿Qué estilo musical predomina en su colección? ¿Alrededor de cuántos discos tiene?

Yo diría que cerca del 90% de mi colección se compone de música clásica y el 10% es música ligera, música popular. Con el paso de los años, he acumulado unos 5 000 discos long play y unos 1 500 CDs, aproximadamente.

¿Qué va a hacer con su colección?

La obsequié a la Universidad Andina. Actualmente están haciendo las adecuaciones pertinentes, están construyendo una serie de estanterías y cabinas para poder disfrutar de la música.

Naturalmente, hay que cambiar de soporte físico a los discos, porque a pesar de que están muy bien mantenidos, muy rara vez se encuentra dónde escucharlos.

¿Cómo incursionó en la radio?

Tuve inicialmente un programa en Radio Colón. Manuel Mantilla era el dueño de la radio en aquellos tiempos y también tenía el Hotel Colombus. Se daba la prosa de decir: “desde la terraza del Hotel Columbus, la Radio Colón presenta…” No había tal terraza, el estudio de la radio era en un garaje en la parte de atrás del terreno. Poco tiempo después, vendió la radio a Manuel Correa Aguilar, quien fue ministro en la presidencia de Arosemena; la gerencia continuó con Jorge Aguilar.

Un día Manuel Correa vino a casa, pues éramos muy amigos, vio la colección de discos y me dijo: “Sixto esto hay que compartirlo, que tal si tu vienes y haces un programa en mi radio”. Hicimos un arreglo: él hacía propaganda para la venta de los departamentos de mi empresa constructora y yo no le cobraba a la radio.

¿Cómo bautizó a su programa?

Lo llamé “Música Olvidada” y esto se debe a que yo no tocaba la 5ta. Sinfonía de Beethoven o el concierto de piano y orquesta de Chaikovsky que son muy conocidos, sino trataba de investigar y descubrir nuevas composiciones, nuevas grabaciones.

¿Cuál fue la línea de “Música Olvidada”?

La idea de mi programa era difundir y ampliar la cultura musical de la ciudad. Por orden alfabético del apellido de los compositores iba presentando las obras. Luego preguntaba al público que deseaba escuchar, por ejemplo decía: “la próxima semana es la de los compositores con la letra “L”, ¿qué compositor le gustaría escuchar?...” Entonces comencé a ceder con el público y eso aumentó la sintonía en gran cantidad. Luego nos pasamos al domingo y llegamos a ser el programa más sintonizado en Quito, excepto cuando había fútbol.

¿Cuántos años se mantuvo al aire?

Estuve por cuatro períodos que fueron interrumpidos por mi alcaldía y campañas presidenciales, pero esos períodos suman cerca de los 16 años que estuve como “disc jockey” de la música clásica.

La última temporada la hice en Radio Bolívar. Pero al poco tiempo cambiaron los horarios del programa a altas horas de la noche, el público ya no escuchaba y finalmente terminé el programa.

¿Cuáles son sus autores preferidos?

Básicamente los clásicos, yo me he quedado en el siglo XVIII Y XIX. Me gusta mucho el repertorio del período Romántico, cuando comenzó a haber la época de los grandes conciertos en Europa.

¿Le resultaba complicado conseguir estos discos no difundidos, no comunes?

Localmente sí, el mercado común de los almacenes de música en Quito y Guayaquil, tenían básicamente el stock más conocido que era lógicamente el mayor comprado por la gente. Años después, la Phillips cuando abrió su almacén en la capital, comenzó a importar discos un poco más variados. Incluso en algún momento, la Phillips me buscó para que les ayudara a formular el listado de nuevas importaciones.

Su hija mayor, Alicia se acerca con una grabadora y la deja en la mesa, Sixto me dice satíricamente, “ ya ves, ya te están grabando, es un boicot; es que ella está haciendo un libro de mi vida y aprovecha todas las oportunidades”, comenta riendo.

¿Cómo fue ampliando su colección?

Al terminar la alcaldía, entre mi primera candidatura presidencial y la segunda, ya había adquirido cierto nombre fuera del país, sobre todo debido a la vinculación con organismos internacionales. Inició un período de muchos viajes debido a mi postgrado que fue en planificación urbana. Estuve en Argentina, Colombia, Costa Rica y otros países de América Latina. También tuve la oportunidad de viajar en varios países de Europa como Inglaterra, la Isla de Malta, Yugoslavia, Suiza. Estos viajes me permitieron adquirir gran variedad de discos.

Londres es un lugar fabuloso, en donde se puede encontrar la mayor variedad de música hasta el día de hoy. En Nueva York también hay muchos almacenes indudablemente.

¿Cuál fue su primer disco?

Me has hecho una pregunta, que yo no me hecho ni a mí mismo, dice entre risas. Debió haber sido al inicio de mis estudios universitarios, un disco de mis compositores favoritos, Beethoven, Mozart o Hayden. También pudo hacer sido Chopin que me gustaba mucho, me encanta todavía.

¿Estudió música o algún instrumento?

Mis padres se separaron cuando yo era muy niño, cuando tenía unos 10 años. Por mucho tiempo, mi padre se olvidó de que tenía hijos y esposa. Años después pudimos recuperar esos lazos y fue un buen padre. La vida en aquella época fue muy dura. La preocupación por las artes en el momento era para las mujeres. Mi hermana recibía clases de piano y canto, mi hermano y yo no.

Cuando entré a la universidad me fascinaba el saxofón. Empecé a tomar clases en la New York School of Music. Alquilaba el instrumento en una tienda por dos horas, una para la clase y otra para practicar. Llevaba mi boquilla en un pequeño maletín y la colocaba en el saxo para tocar, luego la cambiaba y devolvía el instrumento. Fue así por un tiempo, luego lo dejé pues ya no tenía tiempo para estudiar. Esa es una de las penas de mi vida, la de no haber continuado estudiando música…

Cuando el señor Clinton estuvo de presidente y tocaba el saxofón, yo decía: “lo que hubiera sido dos presidentes tocando el saxofón haciendo un dúo”- dice riendo-, a pesar de que nunca congenié con Clinton.

¿Relación encuentra entre la música y la arquitectura?

En mi concepto, ambas son artes, tanto en la una como en la otra existen ciertos elementos comunes en cuanto a composición, por ejemplo el ritmo y el tiempo. Pero tienen una diferencia, que en la música al igual que en la escultura y pintura, el artista las realiza con un purito, un impulso propio. En cambio, en la arquitectura hay un adicional que es el objeto, el hombre para quien está diseñado. Tú no planificas una casa o un teatro porque te gusta, necesitas de alguien que busque construir esa casa para plasmar el deseo de un tercero con tu idea en la realidad de tres dimensiones.

Sixto ha destinado un amplio cuarto de la casa para guardar su colección de discos, estampillas y libros de la National Geographic. A simple vista, se observan los discos, que reposan sobre grandes repisas al fondo de la estancia. Sus tesoros están cuidadosamente organizados, pues la ubicación de cada uno responde a la lógica alfabética del apellido de su autor.

Realizamos un pequeño juego, le pido determinado autor e inmediatamente lo encuentra y me entrega la discografía. Digo Rachmaninoff y al minuto, obtengo su concierto para piano y orquesta, preludios, sinfonías. Camile Saint Saens y sus exquisitos conciertos para piano no son materia fácil de encontrar. La colección se compone de obras selectivamente adquiridas.

Miles de notas musicales descansan en aquellos grandes y antiguos discos que guardan celosamente dentro de sí la esencia de importantes períodos musicales de la historia. Revivir esos sonidos, es ahora misión de la Universidad Andina, institución heredera de la vasta colección musical de uno de los grandes melómanos del país, Sixto Durán Ballén.

Fotografía: Sixto Durán Ballén

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